"El reloj biológico no me preocupa porque tengo óvulos congelados. Los congelé hace poco y por eso estoy más relajada. Yo no corro contra el destino sino que me dejo llevar y creo que todo es cuando tiene que ser. Ni un día antes ni un día después. El plan del Universo es perfecto y fluyo con él. No siento ansiedad porque algo de mí está segura de que voy a ser mamá. Y no corro a esa historia", había contado la periodista Agustina Kämpfer en una revista, tiempo antes de quedar embarazada.
Cada vez más mujeres recurren a la congelación de óvulos para aplazar la maternidad. Los motivos de la decisión van desde la profesión (cuando se acerca el límite del reloj biológico muchas se encuentran en momentos profesionales incompatibles con la maternidad), la falta de pareja (no son pocas las que encuentran dificultades para consolidar una relación) o la salud (antes de someterse a tratamientos con rayos que podrían afectar la fertilidad, los médicos recomiendan la preservación de óvulos).
La vítifricación es la técnica que se usa para congelar óvulos. Con detractores y defensores, este método constituye un avance importante en el área de fertilidad y abre nuevas posibilidades para las mujeres que buscan extender los límites biológicos.
La actriz Eugenia Tobal fue una de las primeras que se animó a contar públicamente que había congelado óvulos: "Lo hice porque me parece que es un seguro y una tranquilidad. Lo que aspiro es a ser una mamá joven. Todavía no averigüé nada porque no es algo que lo tenga como prioridad. Yo sé que me voy enamorar. Tener un hijo es un tema importante", reveló en 2012.
Pía Zgrablich, directora médica de la clínica de reproducción Gestar, cuenta que en la Ciudad vitrificaron óvulos tanto de mujeres con buen estado de salud que querían criopreservar por razones profesionales o por no tener pareja y de chicas jóvenes con blastoma beningno de ovario, con riesgo de perderlo en la cirugía.
La especialista cuenta que también recurren a este procedimiento las mujeres que se van a realizar un tratamiento de fertilización in Vitro y tienen un número mayor de óvulos de los que van a utilizar, pero no quieren congelar embriones ni descartar las células que tanto les costó conseguir.
Hace poco más de un año, en Gran Bretaña se armó revuelo porque una mujer británica (Julie Bradford, de 45 años) dio a luz a su nieto con óvulos congelados de su hija (Jessica Jenkins, de 21). La chica recurrió a la vitrificación a los 18 años, antes de someterse a un tratamiento contra un cáncer de cuello de útero.
Tres años después, Jessica y su marido decidieron tener un hijo mediante fecundación in vitro y la abuela se ofreció para gestar al bebé, que pesó casi tres kilos en el momento de su nacimiento.
Para conseguir los óvulos que se van a congelar la paciente debe realizarse una estimulación ovárica a través de medicamentos. El objetivo es extraer el mayor número posible de folículos (óvulos).
La producción se va controlando mediante ecografías y estudios de sangre. Luego se realiza una aspiración folicular bajo guía ecográfica. Los óvulos obtenidos son vitrificados y almacenados en el laboratorio.
Para almacenar los óvulos se utilizan termos con nitrógeno a -196ºC. Pueden permanecer allí el tiempo que la paciente lo desee.
La especialista explica que al contrario de la congelación tradicional que pasa gradualmente de líquido a sólido (en ese caso los cristales de hielo pueden perjudicar al óvulo), la vitrificación los enfría suficientemente rápido para que la transformación sea instantánea.
Para evitar la formación de cristales de hielo también se emplean soluciones especiales de vitrificación que deshidratan al óvulo. Esas soluciones crioprotectoras entran dentro del óvulo y se asocian con el agua que pueda haber quedado en su interior para evitar que se forme hielo. El procedimiento se realiza en 15 días aproximadamente.
Mientras que con las técnicas tradicionales de congelación lenta sobreviven al descongelamiento entre un 40 y un 50% de óvulos, con la vitrificación la sobrevida es del 90 al 95%.
Las probabilidades de lograr un embarazo van de la mano con la edad de los óvulos congelados. Recomiendan congelar antes de los 35 años, aunque el promedio de la edad de las pacientes que deciden congelar es de 36 y 37.
"Cuanto antes se congele es mejor porque a medida que crecemos va disminuyendo la capacidad reproductiva. A los 35 baja la posibilidad de quedar embarazada porque los óvulos disminuyen, cuando no quedan más es la etapa menopáusica. Eso está determinado genéticamente", dice Zgrablich.
Si la vitrificación se realiza antes de los 35 años, las probabilidades de lograr el embarazo son del 50%. Con óvulos congelados a los 40, las chances son del 10%.
A pacientes de 35 años se le extraen un promedio de 15 óvulos. A mujeres de más edad, cuando hay poca reserva ovárica, se les puede realizar la estimulación hasta tres veces, para realizar la extracción en tandas.
En cuanto a los riesgos, Zgrablich sostiene que el uso de medicación siempre supone un riesgo, pero afirma que las probabilidades son bajas. Las menores de 35 años con determinadas características pueden sufrir el síndrome de hiperestimulación ovárica (SHO).
Cuando la mujer decide el embarazo, se descongelan los óvulos, se ve cuántos sobrevivieron, se los junta a las muestras de semen y se realiza una fertilización in vitro. Una vez formados los embriones se cita a la mujer y se realiza una transferencia embrionaria. A los 15 días se puede determinar si implantaron. En ese caso (si no se necesita un nuevo intento), se congelan los que sobraron.
En 2015 estalló un escándalo entre la actriz Sofía Vergara y su ex, el empresario Nick Loeb, por el futuro de los embriones que la pareja había congelado cuando aún mantenían una relación sentimental. Loeb quería tener hijos por maternidad subrogada utilizando esos embriones y la actriz se negó. La disputa, además de mediática, recorrió el ámbito judicial.
En Argentina, la vitrificación cuesta alrededor de $40.000 (más $15.000 aproximadamente de IVA y medicamentos) y $4.000 anualmente para mantenerlos congelados. En el caso de pacientes oncológicos o con alguna patología, las obras sociales cubren el proceso.
Por otra parte, si bien las clínicas privadas avanzan con los tratamientos, todavía existen algunos vacíos legales. La polémica gira entorno a qué hacer con los embriones sobrantes de un procedimiento in vitro (¿está bien descartarlos?, ¿y donarlos a otra pareja?, ¿y congelarlos durante años?) y hasta qué edad es razonable ser padres (¿es justo que un adolescente tenga padres de más de 60?).
Lo cierto es que más allá de estos planteos y cuestionamientos cada vez más mujeres, e incluso parejas, consultan sobre esta técnica.
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